| Lectura recomendada (CODOS EN LOS MUSLOS) |

B O G A V A N T E •


Es lo que suelo hacer, como se ha visto, ser reiterativo con las letras; hablar del mar, de ciertas aves e insistir que soy un pez, lo sé. Pero una situación me gustaría dejar en claro: es verdad, no miento.

Si bien pudiera no ser el pez del que tanto expreso y más bien alguna otra especie marina, mantengo la certeza que es de ahí, del infinito mar, de donde un servidor pertenece.

No hace demasiado tuve una clara visión de que existe una poderosa probabilidad de haber pertenecido a la especie de los bogavantes, con mi alargado y recto cuerpo; mi par de afiladas tenazas y mi hermosa cola en forma de abanico. Contemplé con especial atención aquella maravillosa epifanía y no poco lamenté presenciar el fin de mis días en una olla con sal, agua hirviendo y un par de hojas de laurel.

Pero bueno, los días de todo y todos suelen culminar en algún momento. Así me lo han explicado y así es como ha de ser.

Hoy he recibido una serie de mensajes que a mi entender resultan muy extraños. En su contenido general me felicitan por llegar a la Tierra un día como hoy pero de hace algunos años. Me parece que no sabría si muchos, pocos o los necesarios, porque por regla general de los habitantes del océano es sabido que el tiempo es única y absolutamente un invento del hombre. Y aguardar un año para celebrar la vida no tiene el menor de los sentidos. La vida se celebra todos los días, cada hora con sus segundos: cada instante que se respira. Eso es lo que pienso, ¡sí señor! es sin duda lo que pienso. Es mi mantra poderoso.
Mi almanaque de bonanza.

En fin, casi para cerrar estas breves oraciones porque me aguarda la serpentina y un exótico pastel, me veo en la obligación de externar que de tratarse de una cortesía de carácter social aprendida y transmitida de generación en generación, la felicitación tendría que ser extendida obligatoriamente a la persona que me brindó la posibilidad de conocer la luz: mi madre. Mi hermosa madre. Sí, eso es sin duda lo correcto. Porque arduo debe ser engendrar y rescatar al mismo ser una y otra vez a lo largo de una vida. Ya que esta vida es también una constante olla: una olla a presión, ni más ni menos. Y en este caso excepcional y por tratarse del día en mención, diría que fue ella quien me encaminó por primera vez al mar. 
De donde pertenezco.

Dicho lo anterior, felicidades querida. A partir tu pastel lo antes posible.

Gracias.
¡Te amo!




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