| Lectura recomendada (CODOS EN LOS MUSLOS) |

| Puerto Lontananza por Alberto Sabido |

      Te vi por primera vez un martes de nosecuándo en la barra del que, en ese entonces, era tu nuevo trabajo. Me guiñaste el ojo y respondí con la mano derecha con los dedos extendidos de modo que pudieras ver mi palma. Seguí mi camino a las escaleras ya enganchado por tu guiño. Pensaba si te conocía ya, si te había visto en algún otro lado o si solamente te había soñado alguna vez y de pronto te materializaste y apareciste ahí, como si tuviera que ser así que empezara mi inquietud y las ganas de hablarte. Supe tu nombre minutos después, te dije el mío, chocamos puños y partiste. Algo dentro mío se había encendido sin planearlo. 


Luego de algún tiempo preferí no pensar en este enganche involuntario. Te contemplaba en momentos tratando de recordar si en algún otro instante de vida nos habíamos encontrado. Si en mis sueños eras tú, si tu voz era igual, si mirabas del mismo modo. No pude recordar.


Y así, de la nada, me sorprendí pensándote más a menudo. Invadiendo mis ideas, inspirando otras, admirándote cada instante más y más. 

Dentro de esta habitación permanezco sentado e inmóvil frente al ordenador intentando ignorar el golpeteo incesante que tu recuerdo ejecuta en mi sien, tal como si llamara a la puerta de mi imaginario. Te pienso y me confundo. Te pienso y presiento que tú no lo haces de vuelta. Te pienso y empiezan algunos pequeños demonios a querer despertar y hacer travesuras en mi mente, ya los escucho desperezarse y de inmediato les doy somníferos de humo.

No me niego a la idea, pero siendo realistas tú no ves hacia este puerto. Te encuentras navegando con brújula descompuesta que tiene el norte cambiando de sitio a cada momento. Quizá no lo has notado. El magnetismo no funciona y yo estoy al sur: difícil caso.


Es entonces que debo detener mis ganas de decirte mucho pero ya no lo consigo y se me escapa y es entonces que arrojo en mi mente:  me encantaría convencerte que de este lado todo está en calma, alborotado, pero en calma. Que quisiera abrazarte largo y decirte que todo estará chingón, que podríamos seguir conociéndonos de a poco o de a más, sin pensar en daños colaterales, sin miedos, sin jaulas. Que me encanta pensar que eres libre y no precisas estar esperando horas por que te respondan al whatsapp. Que aquí hay cariño recién salido del horno todos los días y que, si quieres más café o amor, no importa, te lo preparo calientito. Quisiera que te quedaras de este lado el tiempo que decidas, que anclaras tu nave en este puertito modesto que ansía hacer fiesta en tu honor, con manteles largos, muchos colores, muchas carcajadas, música y algarabía. Más allá de eso que me da por imaginar, saber que no existen los “parasiempres” y aún sabiéndolo, aventarnos al abismo de las dudas y las incertidumbres, aclarárnoslas luego con cariños reales, con chingos de ganas y muchos sueños; sin pretextos y sin las pendejadas que personas intermitentes nos han hecho creer antes de rompernos. Sinceros, completos y creciendo. Me gustaría que te quedaras por acá, recorrer rutas, cantar fuerte, embriagarnos con amigos y desconocidos, fumarnos un porro o tres o los que sean y no pensar en nada más. Me gustaría que te quedaras por un tiempo que, quizá, nos dure muy poco o de aquí a que la vida se nos acabe, no sé.

Luego pienso de nuevo que te quiero seguir contemplando, admirando tus gestos, escuchando tu risa escandalosa que envuelve todo el lugar y que me fascina, oír tu voz pidiendo que te ayude con esto o el otro. Verte arreglarte el cabello frente al espejo y odiarlo en momentos. Sentir tu cabeza apoyándose en mi hombro y decirte que te quiero, que estás bien pinche bonita y verte chivearte y que no puedas sostenerme la mirada. Yo tampoco puedo y me siento tonto de nuevo mientras tú solo sigues siendo de lo más lindo que he podido contemplar atento desde hace mucho. Ver tu cara de duda e incredulidad cuando llegas a esta parte del texto. Que sepas que desatas mucho y me cuesta admitirlo porque por lo pronto solo quiero verte feliz con la luz encendida. No negaré que me encantaría apagarla alguna vez y vivir en esa especie de edén que, imagino, debe ser tu cuerpo a solas aunque sea unas horas.  Aunque esto no es mi prioridad.

Es entonces que recuerdo un fragmento de un libro llamado Rayuela que cita lo siguiente:

——————
“Y debo decir que confío plenamente en la casualidad de haberte conocido. Que nunca intentaré olvidarte, y que si lo hiciera, no lo conseguiría. Que me encanta mirarte y que te hago mía con solo verte de lejos. Que adoro tus lunares y tu pecho me parece el paraíso. Que no fuiste el amor de mi vida, ni de mis días, ni de mi momento. Pero que te quise, y que te quiero, aunque estemos destinados a no ser.”
― Julio Cortázar
——————


Ahora hago acopio de todo este palabrerío, de nuevo frente al ordenador, tapeando una a una cada tecla, procurando ser lo más claro y preciso. Intentando contarte mi travesía hasta hoy y, por lo menos así, poder desahogar todo esto que ahora surge y que provocas en este sujeto que no había escrito nada para nadie desde hace 7 años. Te agradeceré siempre el hacerme volver. Toca trazar una línea invisible, misma que separa sentimiento y realidad. De este lado dejaré el puerto abierto, por si acaso te gana la curiosidad, consigues otra brújula y quieres venir. Siempre serás bienvenida con el cariño desmedido de este servidor. 









Comentarios

| Otros textos |