| Lectura recomendada (CODOS EN LOS MUSLOS) |

| LA MISERIA INTERNA por Msylder |

  
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   Salí corriendo en calzones, con una cerveza en la mano. Chanclas plásticas (negras) nada a tono con los calcetines (café). Lo noté ya estando afuera. Volví el rostro hacia abajo y miré mis piernas esqueléticas y lampiñas. Un calcetín elegantemente estirado pero roto por la punta, el otro arrugado a causa del resorte guango, haciendo lucir mi tobillo aún más flaco. La trusa que llevaba puesta tampoco ayudaba a mejorar mi imagen. Floja en la parte que debía ceñirse a la cintura y también por la parte en que debía ajustarse a los muslos. Tan floja que parecía un milagro que permaneciera en su sitio cubriendo mis partes pudendas. Si alguien me hubiera mirado desde atrás en ese instante, es probable que hubiese dicho que mi apariencia era la de un bebesote zurrado. Claro, eso habría sido simplemente un efecto visual. Era una trusa vieja, no es que en verdad me hubiera cagado encima, nunca quise siquiera insinuarlo. Quizá tenía una pequeña mancha marrón en la parte trasera, pero solo eso. Me rasco mucho el culo. Tal vez tenga hemorroides. Apenas siento una leve pero molesta incomodidad, levanto una nalga y permaneciendo sentado, echo todo el peso sobre la otra, aviento el brazo derecho hacia atrás y me rasco el culo con el índice, efectuando pequeños movimientos circulares (como si quisiera hacer un hoyito en la tierra para jugar canicas) que rápida y satisfactoriamente apaciguan la puta picazón. Con ese mismo dedo me rasco la cabeza, justo en el sitio en donde quisiera tener pelo como en los viejos tiempos. Siempre me consuelo diciendo que al menos mi cabeza es regular y tiene buena forma a pesar de haber sido concebido con la ayuda de unos fórceps. Cosa digna sería afeitarme los costados y así deshacerme de una vez por todas de esta ridícula cabellera con forma de herradura. Supongo que soy esa clase de persona que se aferra a lo poco que aún conserva. Reflexionando un poco, debo decir que mi dedo índice es la parte corporal de mayor funcionalidad para resolver los inconvenientes de mi vida diaria. Me sacó la cerilla de las orejas con ese dedo… también los mocos y cuando realizo esta última acción, a menudo me arrepiento de haberme rascado, momentos antes, el culo… también me quito los restos de comida escondidos entre los dientes con ese dedo y con ese dedo me rasco el ombligo y también presiono la pantalla táctil del teléfono y las teclas de la laptop, una por una; incluso, me chupó ese mismo dedo después de deslizarlo sobre los restantes de comida en un plato y si no mal recuerdo, con ese mismo dedo doy vuelta a las páginas de los libros, diarios y revistas, y sí, con ese dedo también me quito las lagañas por la mañana, al despertar para comenzar un nuevo día. Tal vez sea por todo esto que ya no tengo una novia, aunque quizá sean otros los motivos. Ni siquiera lo sé. Mi barriga parece estar en el séptimo mes de gestación, eso pudiera sumar otro punto negativo. Creo que soy un asco, aunque a veces me empecine en decir lo contrario. La suma de mis acciones me deja mal parado. Estoy hundido en el fango. Soy un periodista hundido en la pestilencia, como todos los periodistas de este mundo, claro, no es que exista mucha diferencia. Es casi como si hubiera seguido el camino amarillo trazado para todos los periodistas, pero al menos no soy crítico literario o crítico de cine. Encuentro un consuelo indescriptible en esas palabras: al menos no soy crítico literario o crítico de cine. Al pensarlo o decirlo en voz baja siento que recito un mantra que me mantiene con la cabeza fuera del fango. Creo que a este paso terminaré impartiendo clases a muchachitos caguengues amantes de la novela negra, del bourbon, de la absenta, de la ginebra y del mint julep en la Carlos Septién, pero al menos no soy crítico literario o crítico de cine, ¡ahhhh!

     Estuve averiguando qué es lo que me ocurre. Últimamente no he podido pensar con claridad. A veces me quedó dando golpecitos con el dedo sobre el teclado de la laptop y así estoy por un buen rato hasta que decido aventarla a un lado y salir por un par de cervezas y un montón de exquisita chatarra: cheetos, m&m’s, chupa chups, roles glaseados, twinkies y demás delicias empacadas. Regreso a casa y antes de sentarme me doy una buena rascadita de culo y luego sigo dando golpecitos sobre el teclado con la boca abierta como un verdadero tarado. Cuando salgo de mi ensimismamiento me pongo a leer los dos párrafos que he logrado escribir en las últimas tres semanas. Me he percatado de que siempre que los leo emito un sonido bajo y balbuceante, parecido al ruidito que emiten los católicos durante las misas de domingo cuando recitan el padrenuestro con las palmas dirigidas al cielo. Tengo la creencia de que esas líneas escritas son la piedra angular de una nueva clase de literatura. Estoy creando algo majestuoso que aún no tiene nombre. He estado ordeñando una maldita vaca galáctica con el cerebro y usando su leche cósmica como tinta para mi creación. A menudo reflexiono sobre la frase: “He estado ordeñando una maldita vaca galáctica con el cerebro y usando su leche cósmica como tinta para mi creación” y pienso que debo incluirla en mi texto. Le busco un pequeño espacio dentro del primer párrafo y después dentro del segundo, pero no encaja. Está búsqueda me roba media hora de tiempo. En ciertos días hasta dos horas completas. Será porque las drogas me han tostado un poco el cerebro, aunque no creo que esto sea motivo de alarma. Mis capacidades intelectuales siguen siendo sobradas para lograr mis fines. Mis amigos solían utilizar el adjetivo ocurrente para referirse a mí; supongo que ya deben haberlo cambiado por recurrente y en parte tendrían razón. Si algo he aprendido durante los últimos años es que a un porro le sigue otro porro, a una cerveza le sigue otra cerveza y al primer día de desempleo le sigue la vida misma en su estado puro si uno así se lo propone. Recuerdo muy bien mis últimos momentos como empleado en esa maldita editorial: “Voy por unas líneas y un par de tachas al punto, ¿alguien va a querer que le traiga un poquito de droga para desayunar?” ¡Vaya despedida! A chingar a su puta madre todos, bien y bonito. Y a chingar a su jefa también mi laptop, esa maldita Dell de porquería, con su horrible diseño y su horripilante textura al tacto. El artefacto responsable de entorpecer mi proceso creativo al bombardear continuamente mi mente con recuerdos de una oficina color gris llena de pendejos trajeados caminando como zombies con un montón de papeles entre las manos rumbo a la fotocopiadora. Eso ya no importa, ya está quedando en el pasado. El repartidor de amazon debe llegar en cualquier momento con mi macbook pro. Quizá incluso pueda pagarle a mi madre antes de que sepa que tomé prestada su tarjeta.

- ¿Otra vez en calzones? Lleva tus miseria adentro.


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