| Lectura recomendada (CODOS EN LOS MUSLOS) |

| XANTOLO |




A ti, que te fuiste antes de leer esto.

¡Te dije que no era por aquí, pero nunca me haces caso! Haz de hacer lo que tu bendita y cándida madre quiere. A mí ni me eches la culpa, faltaba más, no iba a salir toda fodonga en un día tan especial; si a ti te gusta andar desalineado y enseñando la mitad de las nalgas por andar tomando charanda con tus amigotes, es tu asunto, yo no me meto, pero ¡ay de mí si no me doy una manita de gato! Quedé en reunirnos con el resto de la comitiva debajo del reloj de la parroquia cuando las dos manecillas del medidor de tiempo cronológico estuvieran señalando las doce. ¡Apúrate, dulce y vulgar espectro! Ya pasa de la medianoche y estamos perdidos por tu culpa.          

      ¿Qué es lo que se escucha tan estridente? Cruzan la calle para transitar en la acera menos congestionada, se sabe perfectamente que captar su presencia es un asunto prácticamente imposible para el resto de los viandantes, que solo ven sus problemas. La lectura de las señaléticas se convierte en una acción complicada cuando se camina en el lado incorrecto de las calles; habrá que girar el rostro para recibir el contenido visual y, en ese fragmento de segundo, se golpeará con el hombro a los que, orientada y respetuosamente, deambulan por el sitio correcto. No es un asunto de subjetividad y percepciones, es cultura vial: ritmos y flujos. Si se camina distraído por los sitios erróneos y la mente desorientada interrumpe el paso firme del mundo y sus habitantes, no es que se estén haciendo las cosas mal, cometer errores es parte del conocimiento, el problema es que hace años que estamos muertos, y si llegamos tarde a la reunión nos quedaremos sin cenar.

    Ese olor es el que no tolero, ¿lo detectas? ¿No? ¡Loca tu resplandeciente abuela! ¡Qué vas a andar detectando! Si tus axilas huelen peor que esas flores desde que tu alma deambula con la metempsicosis. De este lado del cosmos tienen un nombre gracioso: cacapasúchil, ureasúchil, apestasúchil, no recuerdo.¿Cómo dices?¿Cempasúchil? ¿Estás seguro? ¿No era cempoalxóchitl? pa' nombrecitos para una flor tan apestosa. Escuché que sirven de guía para los que venimos de visita, pero si el banquete sabe cómo el trayecto huele, mejor nos detenemos a comer algo antes de llegar, y con la pena, pero ya cenamos, buen provecho a todos. El poético lenguaje de las flores, de la naturaleza inerte. Hacen un bien común esos jóvenes al quitarlas de nuestro camino: ¿Crees que puedan vernos? ¿O por qué se quedan observando hacia esta dirección?  No, no es xantofobia, tampoco digas idioteces, sencillamente no me gusta su aroma, pero tienes razón, quizá exageré un poco y podemos esperar para cenar como el divino Lactancio manda, quien quita y este año si se esmeraron en la preparación de los alimentos y guisaron los frijoles sin gorgojo. El altísimo nos libre de otro año de mole Doña María. 

-¡Mkñau!

     ¿Será que los gatos pueden vernos? Otra vez con tus palabras domingueras, ya aburres ¿eh? No, tampoco tengo ailurofobia, pero me resulta extraño que nos venga siguiendo ese minino desde hace seis cuadras. Que el Señor lo acoja en su seno y en el santuario de los felinos porque yo no tengo nada que ofrecerle. ¿Qué es lo que se escucha tan estridente?

-¡Úshcale, úschcale de aquí!

      Ni muerto dejas de jugar, pareces un niño. Esas son supersticiones, no todos somos alguien diferente todo el tiempo. Solo nos recuerdan en sus oraciones, pero no en sus actos. Yo no quería estirar la pata aquél domingo y heme aquí, callejonendo por el empedrado de estas calles coloniales en compañía del aspirante a comediante más insoportable del inframundo.  Me encontraba en la provecta edad cuando di el último gran suspiro, la muerte no es más un sitio emocional para los que siguen respirando; laberinto de penas, una ausencia para los que siguen al dominó jugando con sangre en las venas.

  A ver, a ver ¿ahora qué? ¿hipopotomonstrosesquipedaliofobia?Exaltan  mis ánimos tus apreciaciones, de ninguna manera tengo fobia a las palabras largas, es más, hemos de estar por llegar porqué ya se percibe el tetrahidrocarbocannabinol que tanto consumías para la abetalipoproteinemia que te diagnosticó de manera errónea la medicina contemporánea.

-¡Mkñau!

      Bueno ¿qué te traes? Ya te dije que no tengo nada para darte, ve a jugar con algún estambre que encuentres lejos de mí. Si yo tuviera algo ya te lo hubiese dado, pero estamos muertos; llegamos sin nada, nos fuimos sin nada, volvemos sin nada. Carne de animal muerto, leche muerta de animal muerto. Filete con queso de cabra.

    De izquierda a derecha y viceversa, el viento corre en ambas direcciones en la callada calle. Cierra el viento las ventanas y agita el papel picado colgado en los faroles. La corriente de aire levanta la carpa que protege las imágenes religiosas a mitad de la explanada y apaga las veladoras que suponen indicar la luz del camino. Vuelan las hojas de palma y el papel de diversos colores. Vuelan también las sabanas que protegen del frío a los integrantes del escuadrón de la muerte; hoy comen los muertos, y sufren los vivos. 

    Estoy tan ansiosa por llegar que no aguanto las ganas de bailar ¿Quieres bailar una pieza conmigo? Anda, anímate, solo una, ya sé que bailas como un simio, pero hoy la noche es nuestra. Es un compás a 6/8, sereno moreno, yo guío:

♫♫Tuku, tuku, tuki, taka
qué recanija calaca
débiles y poderosos
de morir nadie se escapa,
llevamos el mismo fin
en petate o en petaca. ♫♫

Si nomás porque te huelen las axilas a flor de veinte hojas, pero cuando quieres eres todo un caballero; bailaste re´bien; con o sin cuerpo, con o sin sombra, lo que importa es el alma. La imaginación y la memoria se disuelven, el espíritu y el alma, transmigran. Cuando nos conocimos, en los salvajes años del mundo de los vivos, me gustaba verte mover la tierra con las manos, sentarme sobre el mimbre y ver las milpas crecer. Observarte a la distancia trabajar el campo, escuchando en el gramófono canciones de Arcaraz, recibirte bailando con un beso fugáz.      

     Aquellas luces a doscientos metros deben ser las veladoras que dejaron encendidas toda la noche para recibirnos ¡Que gente, de veras! Papel picado, alcohol y fuego. Tremenda fiesta la que se arma si se llegan a juntar los elementos. Sabrá el omnipotente y recaudador de esperanza si se proponen a alcanzarnos pronto. Date prisa y cruza los dedos para que nos toque al menos un poco de itacate.


«Por llegar al gran banquete,
mi vestido descuidé
un alambre en la vereda
y en calzones me quedé.

Por un rico champurrado
la vida yo daría
un dulce de calabaza 
y de nuevo moriría. 

Que me lleve la huesuda
si de casería está 
que me ponga tres de rajas 
y mezcal para brindar. »

    

     Ya no me estés molestando, ¡vete al santísimo e inhóspito carajo con las fobias que te inventas! ¿Omfalofobia? habrase escuchado semejante expresión: nosotros ni ombligo tenemos. Uranofobia es la que deberías tener por tantas injurias que alardeas, tanto en el cielo como en el infierno, se reservan los derechos de admisión

    La luz natural de las veladoras encendidas esclarece los muros blancos del vestíbulo. En otros tiempos fue una elegante casa de cantera. A espaldas de la puerta principal, un perchero se mantiene intacto al paso del tiempo. Una vieja pianola Gulbransen recarga su peso contra la pared de la habitación principal, sobre ella, un oxidado candelabro reposa e ilumina la clavijera. Cenicero de cristal. Las cortinas, amarradas por la mitad con un cordón, dejan ver a la distancia, la soledad en el recinto. Adentro, el Xantolo ha comenzado pasada la medianoche. En otros tiempos la tierra cubría los azules granos, campo de cultivo, campo de maíz.     

    ¡Celestial, divino el flaco Lara frente a la pianola! sus dedos flotan sobre las teclas bicolor. Ahí está don Moy, al fondo del pasillo, bailando con doña Elena; desde las fiestas en Saltillo no se les ve tan contentos. ¿Quiénes son las gemelas con las que juega el niño Miguelito? Siempre tan sonriente, tan subjetiva la edad en el mundo de los vivos. ¡Rodrigo, pero que alegría que hayas venido! ¿Llegaste con tu hermana Hilda? Enseguida voy a saludarlos. Pepe, amigo, bienvenido al infinito, aquí las estrellas nos resguardan. Voy a saludar al señor Ortega, quizá quiera escuchar algo diferente. ¿Alguien ha visto al señor Jones?  ¿Quién va a tomar la palabra? Atinada el agua de Jamaica con romero, menos azúcar y estaría sido perfecta. ¡Qué barbaridad, cuanta sal regada en el piso! Esto parece una alfombra de arena blanca, nos han de querer purificar los callos y los juanetes. Donés, ¿Ya probó el pan? esos vivos, tan curiosos y creativos; la forma circular representa el ciclo de la vida, la bolita de encima es el cráneo, las canelillas son los huesos y las lágrimas: vaya uste' a hacerme el chingao' favor. Esos vivos, tan curiosos y creativos.

¿Qué es lo que se escucha tan estridente?

-Por el divino amor de Pitágoras- dijo uno de los invitados- es el televisor.

- ¡Quino! No te había visto, que bueno que te decidiste por venir. ¿Por qué suena tan horrendo?

-Así ha sonado siempre, espantoso, pero el aparato no es el problema.

- ¿Por qué habla como imbécil el sujeto de la pantalla? ¿A quién le habla?

- Al que le preste atención, su mensaje oligofrénico va dirigido a quien le preste atención.

- ¿Piensan que somos estúpidos?

- Sí.

-Tiene razón tu hija, Mafalda, la mayoría de lo que sale en la televisión, es deprimente.

-Sí que lo es.

       Bueno, bueno, mis alegrías, mis dulces corderitos incorpóreos ¿Quién va a tomar la palabra? Dejaron una par de cuartillas sobre el mazapán de almendras, debe ser para Chichí Lilí. ¿Anda por ahí su hijo Carlos? Pero que guapo, Carlos, anda, declama para nosotros:  

      


     Alta retórica la de Martitha, delicioso el mazapán. Mucho cacahuatito y dulce de guayaba pero ¿Alguien vio los platos fuertes? o qué ¿llegamos muy tarde? No veo en esta mesa más que postres y entremeses. Suaves e imperceptibles seres de bondad, ¿alguien vio los platos fuertes? Señor Jones, por fin lo encuentro, ¿la está pasando bien? si, no se apure, más tarde comienza el reggae: me imagino que reencontrarse con Tarsicio debe ser una experiencia excepcional; preguntó por ti hace años. ¡Ay, qué alegría verlos juntos brindando con caña! Xochipilli recuerda su última visita.

    Por el amor sacro áurea, ¿En dónde están los alimentos? ¿nueces? ¿cacao? ¿Tortillas? ¿almendras? ¿cebollas? ¿especias?. Algo anda mal por aquí, ¿qué clase de broma es esta? ¿Venir de tan lejos oliendo sus apestosas flores de veinte hojas para ser recibido con chiles secos? ¿Alguien aquí me está escuchando? Imposible bailar, por estar muertos nos tratan como quieren.

-¡Mkñau!

    ¡Otra vez tú! ¿Qué es lo que quieres? Ahí hay calaveritas de azúcar, anda a comer una, ¡úshcale! ¡Deja mi falda en paz! ¿Qué es lo que quieres, felino infeliz? Tengo que convivir con el resto de los invitados, no tengo tiempo para atenderte, ternurita, ni hoy ni nunca. ¡Úschcale, gato malvado! Eso no es leche, es pulque. Ven para acá, mendigo, te vas a morir por andar tomando esas cosas. ¿Qué es lo que llevas colgado? ¿Es una nota? Ven para acá, preciosura.

     La vida me ha separado temporalmente de sus presencias físicas. De ustedes, aunque a muchos no llegué a conocer, he aprendido el valor del presente, han regalado a mis pies un ritmo clave para caminar; no creo más en el tiempo cronológico. A veces los veo en mis sueños, en ocasiones sé que son  ustedes los que mueven las cortinas y preparan el café en la madrugada. El cubilete vertical de la existencia optó por la variación de nuestras primeras intenciones, si me dieran a elegir; los elegiría jugando a mi lado. Nuestras aspiraciones siempre serán las mismas, ser agua y vapor en condensación. Los extraño a todos por igual, gracias por tantas lecciones. Les dejo los ingredientes por separado para que puedan prepararse un rico mole. Los quiere hasta el último suspiro.

Tarsicio Sabido.




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